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viernes, 28 de septiembre de 2012

ENRAIZANDONOS





Colócate de pie: Con los pies separados a la anchura de las caderas.
Las rodillas un poquito flexionadas.
Los brazos sueltos a lo largo del cuerpo.
La coronilla hacia el cielo.
Inspira profundamente por la nariz, reten el aire un poco y empieza a exhalar soltando el aire muy suavemente (si puedes por la nariz y sino hazlo por la boca), a la vez que sueltas el aire pon tu pensamiento y tu intención en que lo sueltas por las plantas de los pies. Con ello siente que te enraízas en la tierra.
La toma de tierra pretende ayudar a una persona a volverse más identificada con la parte inferior de su cuerpo, con su parte instintiva y “animal”, en lugar de solamente con la parte superior (pensamiento, habla, manipulación del entorno). La parte baja está conectada a las cualidades de ritmo y gracia naturales.
A diferencia de las culturas orientales, Occidente está centrado en la parte superior, sobre todo en la cabeza, reconocida como el foco del ego, el centro de la conciencia y del comportamiento deliberado. Cuando comprendemos que sólo el 10% de nuestros movimientos son dirigidos conscientemente y que el restante 90% es inconsciente, se hace evidente que la pérdida de contacto con este centro vital desequilibra a una persona y la conduce a la ansiedad y la inseguridad. Es como destruir las raíces que mantienen la vitalidad.
El enraizamiento es estabilidad, equilibrio, armonía, discernimiento, sensaciones… Cuando el cuerpo no está enraizado, es imposible andar, uno se cae, se pierde, se deja empujar, no se sabe defender. Cuando la mente no está enraizada, no hay claridad, se pierde entre los pensamientos hacia pasado y el futuro, se cae en el vacío que genera el continuo pensamiento, se deja empujar por las emociones, no se puede defender de sí misma.

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